
Ayer mientras admiraba las flores, tu rostro se dibujó en cada uno de los pétalos de las embalsamadas rosas y la lluvia que caía del cielo, refrescaba cada parte de mi cuerpo como si le tocasen tus manos. En el fondo del espejo que formó el mismo cielo, se bordaba sutilmente cada una de las estrellas que con sólo estirar mi mano podía tocarlas. Parecía que las alas que jugaban en ese espejo se partían en mil luceros, gota delicada que en su choque cantaba bellamente música del mismo trono de Dios Nuestro Señor. Mi Linda diosa, te amo.
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"El cielo, la lluvia y tú" un escrito de su amigo G. Marin "El Poeta de las Rosas Perfumadas" (México).